EL CONFLICTO COMO OPORTUNIDAD

Franz Marc, Fighting cows, 1911.

Si quieres hacer la paz con tu enemigo tienes que trabajar con él.
Entonces se convierte en tu compañero.
Nelson Mandela


      La mayoría de las personas hemos sido educados en la creencia de que los conflictos son factores o elementos negativos que irrumpen en nuestras vidas provocando el caos y exponiéndonos a numerosos peligros. Sin embargo, los conflictos son algo natural e inherente a la condición humana, y, en sí mismos, no son ni positivos ni negativos. De hecho, el conflicto puede ser una oportunidad para amplia nuestra perspectiva de mundo y enriquecer nuestra personalidad. Pero por desgracia, no estamos acostumbrados a enfocar los conflictos de una manera constructiva.
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     En general, nos han enseñado a considerar el conflicto como algo negativo que, además, frecuentemente viene acompañado de alguna forma de violencia. Asimismo, el resultado del conflicto se suele traducir en términos de ganadores y perdedores, de vencedores y vencidos. De acuerdo con este modo ampliamente extendido de entender el conflicto: una visión del mundo debe prevalecer por encima de la otra. O dicho de otra manera, una perspectiva de la realidad adquiere validez e identidad sólo en la medida en que destruye los modos diferentes de interpretación. Pero la implementación de este enfoque en nuestras vidas cotidianas podría resultar perjudicial en nuestras relaciones con los demás. Y, sin embargo, este modelo de resolución de conflictos es el que utilizamos en nuestras interacciones habituales, en el lugar de trabajo, en la escuela, en el vecindario, o incluso en las relaciones que consideramos como más íntimas y que más apreciamos, con nuestros amigos, nuestra pareja o en nuestra propia familia. Pero con este planteamiento, entonces, encontramos por doquier amigos que se tornaron enemigos, familias que quedaron irremisiblemente partidas por sentencias judiciales, jefes que se ven obligados a quitar la razón a una de las partes en detrimento de la otra, debates ideológicos eternamente encarnizados, e incluso pueblos que entran en una  interminable espiral de violencia...
     Si la enseñanza que hemos recibido, la cultura en la que nos movemos y el modelo de resolución de problemas que nos muestra la televisión o el cine es claramente un enfoque que interpreta los conflictos como enfrentamientos generalmente violentos en los que hay un ganador y un perdedor, entonces, ¿cómo esperamos solucionar satisfactoriamente las diferencias con nuestra pareja, o con nuestros amigos, vecinos o personas que nos rodean y aun siquiera con nosotros mismos?
     ¿Acaso no hay otra manera de afrontar los conflictos? Existe, en efecto, una manera más adecuada de solucionar los conflictos. Se trata de un enfoque positivo de la conflictividad que rompe con el concepto tradicional de conflicto. De acuerdo con este punto de vista, el conflicto no se identifica con un accidente negativo, ni tiene que estar obligatoriamente acompañado de violencia o tener como resultado el triunfo de una de las partes, con la consiguiente humillación y resentimiento de la parte derrotada. Al contrario, el conflicto se entiende como algo natural y constante a lo largo de nuestras vidas, pero no como algo necesariamente negativo, sino como una fuente de oportunidades que nos permite abrirnos a otras interpretaciones posibles y que, en consecuencia, nos obliga a empatizar con otras perspectivas de la realidad diferentes a la nuestra. Y precisamente en esta apertura, más allá del refugio subjetivo de nuestras conciencias, es donde reside el valor del conflicto, pues supone una posibilidad de enriquecimiento para nosotros mismos y para el conjunto de la sociedad. El conflicto podría ser, por tanto, el motor de un cambio que nos debería impulsar hacia un crecimiento personal y un mayor compromiso solidario con los demás.
     Esto implica abandonar una visión cerrada de la realidad y una concepción absoluta de la verdad. Cada uno de nosotros no estamos en posesión de la verdad absoluta y la realidad es susceptible de múltiples interpretaciones. Cada organismo vivo interpreta la realidad multiforme desde su punto de vista; y dentro de la especie humana, cada ser humano es un punto singular en el que se cruzan todos los fenómenos del mundo de una manera original. Cada una de estas perspectivas es una interpretación posible de la realidad. Por tanto, no existe una única manera de entender la realidad, ni tampoco una única manera de solucionar los conflictos.
     Si partimos de este supuesto, resulta evidente que puede existir un espacio para que las diferentes perspectivas o interpretaciones de la realidad lleguen a acuerdos o soluciones en común. De lo contrario, parece imposible solucionar los conflictos de una manera satisfactoria para todas las partes, pues regresamos al modelo tradicional que entiende el conflicto como confrontación entre posturas incompatibles de las cuales sólo una puede ser correcta, al tiempo que las restantes tienen que ser destruidas y tachadas como erróneas.
     En resumen, la próxima vez que nos veamos implicados en un conflicto, o que tengamos que mediar entre dos interpretaciones enfrentadas, lo primero que tenemos que hacer es empatizar con ambas perspectivas, para luego buscar los puntos o intereses que puedan tener en común, y así caminar hacia una posible solución que sea satisfactoria para ambas partes. Este cambio de actitud supondrá para nosotros un enriquecimiento que nos hará crecer como persona.

Eduardo Vicente Navarro


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